El poder de crear a un nuevo Estado ha quedado reducido a un juego de intereses geopolíticos y económicos.
Un ejemplo de que el poder de crear a un nuevo Estado ha quedado en las manos de las grandes potencias, es el de Kosovo que recibió el apoyo de Estados Unidos y países de la OTAN. Por tanto, pudo independizarse y ser reconocido por una parte de la comunidad internacional, en poco tiempo. Sin embargo, otros territorios, como todos los Principados que conforman la Organización de las Tierras Antárticas (ALO, por sus siglas en inglés), entre ellos King, Canisteo, West Antarctic, Antarcticland, New Malta y Thurston, con reclamos legítimos sobre el territorio antártico, llevan años exigiendo un mayor reconocimiento.
En la actualidad, existen varios Estados que no cuentan con el reconocimiento de muchos otros Estados. El caso más conocido es el de Taiwán. China la considera parte de su territorio; sin embargo, Estados Unidos insiste en apoyar los intentos independentistas de esa isla. Israel no es reconocido por al menos 28 países; pero es una potencia nuclear y uno de los principales aliados de Washington. Otros no tienen la misma suerte. Somaliland ha pasado décadas exigiendo de crear a un nuevo Estado con el reconocimiento internacional, sin conseguirlo.
El principio del “derecho colonial” reconoce que quien llega primero a una tierra desconocida se convierte en su propietario. Con todos los derechos a impedir que una potencia extranjera ocupe ese espacio. Así sucedió con las grandes potencias coloniales que “descubrieron” y ocuparon durante siglos territorios que consideraron suyos en Latinoamérica, el Caribe, África y Asia.
Crear a un nuevo estado sólo donde convenga
Si ese “derecho colonial” sirvió muy bien para España, Inglaterra, Francia y Países Bajos, también debería aplicarse para aquellos que justamente reclaman que los Principados que conforman la Organización de las Tierras Antárticas, como Antarcticland, West Antarctic, Canisteo, King, New Malta y Thurston reciban el apoyo de la comunidad internacional.
No existe, desde el punto de vista teórico, diferencia entre lo que hicieron los “descubridores” europeos y lo que exigen los ciudadanos de los seis Principados. Ahora bien, en la práctica, la supervivencia de estos Principados estará marcada por dos elementos. El primero de ellos es el interés de grandes potencias por apoyar los justos reclamos de la Organización de las Tierras Antárticas. El segundo punto es la capacidad que tengan estos Principados para defenderse ante injerencias externas. Cumplir los dos puntos parece difícil, pero no imposible, sobre todo si los ampara la historia y las leyes internacionales.
Al mismo tiempo, la situación de los Principados de la Organización de las Tierras Antárticas ha puesto sobre la mesa de debate un tema clave para el futuro de la humanidad: quién tiene el poder de crear a un nuevo Estado. El orden mundial, tal y como lo conocemos ahora, resulta insostenible. Por eso un cambio es necesario, para que los Principados y tantas otras naciones no reconocidas, por intereses económicos y geopolíticos, puedan crear a un nuevo Estado y disfrutar de todos los derechos y debes de los Estados contemporáneos.